El alcaucil, también conocido con el nombre de alcachofa, es originario de la costa mediterránea, pero rápidamente llegó a Argentina de la mano de los inmigrantes y se convirtió en una verdura muy popular, sobre todo en regiones como Mendoza, donde podemos conseguirlo fresco.
Esta hortaliza, a la que también se la conoce como alcachofa, aporta muchos minerales, vitaminas y antioxidantes. Además, contiene una buena cantidad de fibras, hidratos de carbono y proteínas, al igual que pequeñas cantidades de ácidos grasos.
Cinarina: Es un ácido orgánico presente en los alcauciles que estimula los receptores de lo dulce en las papilas de algunas personas, haciendo que lo que comen después les resulte más dulce. Este fitonutriente también puede ofrecer protección antioxidante contra toxinas carcinogénicas y ambientales, como contaminación y humo. La cinarina también puede tener un efecto benéfico en el hígado al ayudar a promover el flujo de bilis (que ayuda a eliminar del cuerpo sustancias tóxicas) y al evitar la acumulación de grasa en el hígado.
Folato: Además de prevenir ciertos defectos congénitos, esta vitamina B (también llamada ácido fólico) puede ayudar a disminuir el riesgo de cardiopatía al reducir niveles de homocisteína, aminoácido relacionado con la aterosclerosis. También ayuda a prevenir el cáncer, ya que bajos niveles de folato pueden ser dañinos para el ADN. (Un alcaucil aporta 110 mcg, un 28 por ciento del Valor Diario recomendado).
Luteolina: Con potencial para evitar oxidación del colesterol LBD (“malo”), este flavonoide puede reducir el riesgo de cardiopatía. Estudios preliminares indican que también podría bloquear la liberación de histaminas, lo que puede causar congestión e inflamación.
Aunque los “corazones” de alcaucil congelados y enlatados son más prácticos, es aconsejable cocinar y comer este vegetal fresco y entero para obtener los fitonutrientes de sus hojas. Para aprovechar al máximo el folato, soluble en agua, prepárelos al vapor.
Al preparar al vapor los alcauciles enteros, añada al agua una mezcla de hierbas aromáticas, como romero, estragón y tomillo. Esto brindará a los alcauciles un sutil sabor a hierbas finas.
En vez de remojar las hojas de alcaucil en manteca, pruebe esto: haga un puré con ajos asados al horno, pimienta negra, tofu suave y jugo de limón.
Prepare una salsa para verduras crudas: haga un puré con alcauciles enlatados (enjuagados y sin líquido), ajo, mayonesa y yogur vegano de preferencia.
Los alcauciles pueden hacerse al vapor o cocerse, y comerse enteros con un chorrito de jugo de limón y aceite de oliva extra virgen.
Hágalos en salsa: prepare al vapor los alcauciles enteros, luego pique en trozos la parte blanda de las hojas y el corazón. Revuelva con aceite de oliva y vinagre y use en sándwiches o entradas.