29 Mar
29Mar

Pasamos algún tiempo haciendo dieta biomédica, solo con reemplazos de una harina por otra, de un azúcar por otro y de lácteos por bebidas vegetales, pero esto no alcanzaba para que el organismo de mi hijo Federico, pudiera asimilar los nutrientes y hacerlos biodisponibles para su cuerpo, el daño en su intestino, no lo  permitía, por eso decidimos cambiar a un concepto de alimentación consciente, viva, donde los alimentos ingeridos fueran asimilados y  pre digeridos a través de la fermentación, para que fueran más amables con sus intestinos. 

Así llegamos a la conclusión, de que a través de los fermentados y procesos de masa madre, que aquellos alimentos como la harina de arroz, sorgo, quínoa, amaranto, etc y féculas como la de papa, mandioca, etc, cambiaban su composición si las fermentábamos, se reducía el índice glucémico en sangre y aportaba todos los beneficios de la fermentación, transformando la cantidad de vitaminas, nutrientes, enzimas, oligoelementos presentes en cada alimento. 

Comenzamos a elaborar su pan, sus galletitas y todo alimento que incluyera harinas, con fermentos. Al reducir el azúcar que «dejaban» estos en su organismo, vimos como su hiperactividad bajaba, comenzamos a ver cambios cada día más notorios a nivel cognitivo y de comprensión. 

Ya son más que conocidos los beneficios de los fermentados, en nuestro caso, esos procesos ayudaron, no sólo a repoblar los intestinos de mi hijo con bacterias benéficas, sino también hicieron que el azúcar que poseían, sean alimento para las bacterias, en lugar de ser alimento para la cándida, que estaba bastante desequilibrada en su intestino en ese momento. 

Las bacterias presentes en el exterior de frutas y verduras, pueden ayudarnos a colonizar nuestra microbiota intestinal, siendo un alimento prebiótico, si a su vez fermentamos estos alimentos, adicionamos la transformación e incremento de nutrientes, volviéndolos un alimento probiótico.

Incluir alimentos fermentados en nuestra alimentación es una opción más que inteligente.

En los niños con autismo, los alimentos fermentados, ayudan mucho a repoblar su microbiota intestinal muchas veces dañada, por varios efectos externos, a elevar su sistema inmunológico y protegerlos de las enfermedades. Aunque cabe aclarar, que si se conoce que la persona que va a emplear estos procedimientos, sufre de histaminosis (tiene la histamina alta en su cuerpo por alguna condición de auto inmunidad), primero se deben corregir los niveles de histamina, para luego proceder a consumir fermentados o realizar procesos de fermentación en los alimentos. 

Siempre podemos dar un paso más para ganar beneficios para nuestra salud. 

Té negro fermentado con frutas frescas

  • 1 litro de agua filtrada
  • 4 ó 5 saquitos de té negro 
  • ½ tz medidora de azúcar blanca orgánica
  • 10 frambuesas frescas y especias
  • ¼ tz medidora de madre de jengibre para inocular
  • 1 frasco 
  • 1 repasador o tela.

Hace un té concentrado con 500 cc de agua y los saquitos de té negro, agregar el azúcar en caliente para que se disuelva bien. Luego agrega el resto del agua para templarla. Una vez que tomo temperatura ambiente, agrega las frutas y especias a elección, junto con la madre del jengibre. Tapa el frasco con una tela de trama gruesa para que respire y no permita que pasen insectos al interior del fermento. Deja fermentando 4 ó 5 días, hasta que el sabor dulce se haya atenuado, embotellamos y dejamos una semana más en la heladera para que gane más matices de sabor. Es un fermento que tiene una carbonatación elevada, por lo cual debemos hacerlo eructar con cuidado, de que no se nos desborde el contenido.

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