Terapia Neural es un método de diagnóstico y tratamiento de enfermedades causadas por trastornos en el sistema eléctrico del cuerpo, estos trastornos eléctricos son llamados campos de interferencia y pueden encontrarse en cualquier parte del cuerpo desde órganos internos, ganglios, dientes hasta en cicatrices de la piel.
Los campos de interferencia son áreas que tienen más bajo potencial eléctrico que los tejidos circundantes. Flujos de corriente de áreas de alto voltaje hacia áreas de voltajes más bajos que parecen enviar señales confusas al sistema nervioso del cuerpo, el cuerpo reaccionará algunas veces en forma inapropiada, resultando en aparición de dolores y/o enfermedades. Estos campos interferentes pueden ser encontrados en cualquier parte del cuerpo y a menudo se encuentra en zonas alejadas de la parte del cuerpo que está experimentando los síntomas.
La historia de la terapia neural, comienza con un hecho puramente causal. Esto sucedió en el año 1925, cuando los hermanos Ferdinand y Walter Huneke súbitamente vieron como desaparecía un dolor de cabeza que padecía su hermana, que hasta el momento se había mostrado resistente a todo tratamiento conocido hasta ese entonces. Un colega de ambos les había aconsejado que usaran el medicamento atophanil, cuando se presentó la siguiente crisis se lo aplicaron en forma intravenosa, viendo asombrados como desaparecía el dolor con todas sus manifestaciones asociadas.
Los dos hermanos pudieron más adelante descubrir la causa de este efecto tan singular; el atophanil se fabricaba en dos presentaciones: para inyección intravenosa y para uso intramuscular con un poco de procaína para inyección indolora (por las propiedades anestésicas de la procaína); dándose cuenta entonces que la ampolleta que ellos aplicaron en forma intravenosa, era para uso intramuscular. A partir de entonces iniciaron una serie de pruebas comparativas que los llevaron a la conclusión que la respuesta tan espectacular observada, se debió a efectos de la procaína, comprobando que además de su empleo como anestésico local, también podía ser usada como un tratamiento curativo de una variedad de enfermedades.
De allí en adelante los hermanos Huneke hicieron muchos ensayos durante años, para esto utilizaron el impletol (mezcla de procaína y cafeína). Ensayando al principio en lo que es la terapia segmental, que no es otra cosa más que el tratamiento de signos de enfermedad en el mismo sitio de su origen. logrando durante este tiempo éxitos importantes en una gran variedad de enfermedades.
La procaína tiene una enorme cantidad de efectos que son de mucho beneficio para el organismo: regula la circulación, es antialérgica, calma el dolor, baja la fiebre, estimula la diuresis, influencia la producción de hormonas y enzimas y mejora el estado general del organismo, estos son solo algunos de sus efectos más importantes.
La terapia neural tiene varios mecanismos de acción y es de una efectividad asombrosa tanto en enfermedades agudas como en las crónicas:
La terapia neural no está indicada en: enfermedades mentales, neurosis, neurastenias, enfermedades nutricionales, avitaminosis, carencia de hormonas, enfermedades hereditarias, enfermedades infecciosas avanzadas, cáncer.
Las condiciones que más comúnmente pueden impedir un tratamiento exitoso son presencia de medicamentos, alcohol, tabaco y drogas. Las deficiencias de vitaminas y minerales deben corregirse primero pues en estos casos la respuesta al tratamiento será muy pobre o no se incrementará ni mejorará con el tiempo. La presencia de toxinas como herbicidas y fungicidas, pueden afectar a algunas personas y, una causa bastante común de campos interferentes es, la presencia de metales en los dientes además, cuando hay mala capacidad de reacción por el uso de antiinflamatorios esteroideos como prednisona o fenilbutazona el proceso curativo es deficiente.
La cicatriz es una marca indeleble que aparece en nuestra piel. ¿quién no tiene alguna en su cuerpo? La medicina se ha ocupado mucho de ellas a lo largo de su historia, porque de algún modo representan la resolución de un conflicto del organismo.
La piel es nuestro límite con el exterior, es el órgano que marca la frontera entre lo interno (que forma parte de nosotros) y lo externo (lo que nos es ajeno). La piel nos delimita como organismos y es el órgano que nos protege, nos contiene y nos permite el intercambio con el medio exterior.
Tradicionalmente así ha sido. Transitadas las tres etapas: inflamatoria, proliferativa y de remodelación, la medicina da por finalizado el proceso. Se considera que el proceso de cicatrización se ha completado de forma normal cuando la cicatriz se convierte en una línea blanca, flexible, indolora, sin adherencias con el tejido subyacente. A partir de ese momento, la cicatriz se ha considerado tradicionalmente un problema estético. Pero eso no se queda ahora allí.
La tendencia actual nos indica que ahora una cicatriz es más que un problema estético. Parece que la medicina empieza a prestar más atención a nuestras viejas cicatrices. Esas grandes olvidadas empiezan a cobrar protagonismo. Los médicos investigadores se preguntan… esa piel retorcida, engrosada…
Desde algunas disciplinas como la Terapia Neural se cree que sí. Uno de los primeros en prestar atención al fenómeno fue el Dr. Leriche en 1940 y desde entonces sabemos que una cicatriz puede generar problemas en otras zonas corporales alejadas físicamente de ellas ¿por qué?
Veamos. El proceso de cicatrización está regulado por el sistema neuro-vásculo-vegetativo. Cualquier herida en el cuerpo humano cicatriza a través del tejido conectivo a expensas de los fibroblastos (su célula principal). Y es el tejido conectivo el que mantiene “comunicadas” a todas las partes y funciones del cuerpo.
Es decir, se cree que la cicatriz puede estar originando una “interferencia” en la información que circula por el organismo de forma que, puede llegar a dificultar el correcto funcionamiento de otras zonas corporales que a priori, no creíamos relacionadas con ella.
El sistema nervioso es un integrador de todos los órganos y tejidos y cualquier “irritación” o interferencia puntual interfiere sobre su totalidad. El cuerpo es un todo organizado, no son partes separadas sino integradas como el mecanismo de un reloj. Es decir, que una cicatriz puede convertirse en un foco irritativo y estar creando “desequilibrio” y otras dolencias más difusas (dolores en otras zonas del cuerpo, mal funcionamiento de algunos órganos, etc.) que se resisten a tratamientos.
Algunos traumatólogos y otros expertos en la llamada Terapia Neural (Neuralterapeutas) somos quienes nos ocupamos de ellas. ¿Qué buscamos? Aportar al organismo mecanismos que le ayuden a recuperar su capacidad de auto-reparación-regeneración. Se busca actuar sobre el sistema neurovegetativo para que este recupere su buen funcionamiento y equilibrio ¿Y cómo lo hacemos?
Una de las formas más habituales es realizar pequeñas infiltraciones de procaína sobre la cicatriz. La procaína es un anestésico con propiedades electroquímicas que permite crear impulsos reactivos locales suficientes para estimular al sistema neurovegetativo. Es decir, se trata de “activar” la zona cicatrizada, es como un recordatorio, como “despertar” la memoria celular del cuerpo sobre esa zona olvidada para que, el sistema, ponga de nuevo a trabajar de forma correcta, su proceso de reorganización corporal.
Desde hace un tiempo uno de los métodos más ampliamente utilizado para minimizar la apariencia de las cicatrices, tanto hipertróficas como queloideas, son las infiltraciones. Actualmente se realizan con procaína inyectada, siendo el nuevo sustituto de los esteroides, sin los efectos nocivos de estos. Esta nueva técnica ha arrojado excelentes resultados en estudios realizados en el servicio de cirugía plástica del Hospital Militar.