Los ataques de gota se producen cuando los niveles de ácido úrico superan los 7 mg/dl, condición que se denomina hiperuricemia. Sin embargo, esto no significa que los pacientes con niveles elevados de ácido úrico padezcan de gota.
La alimentación tiene un papel coadyuvante importante tanto en la aparición de la gota como para en su resolución.
Las manifestaciones clínicas de la gota, causadas por los cristales de ácido úrico, comprenden la aparición de tofos, el síndrome del túnel carpiano, los depósitos articulares con respuesta inflamatoria y la enfermedad cardiovascular entre otras.
En el mundo occidental, la artritis aguda más frecuente es la gota, con una prevalencia del 2,5% de la población, porcentaje que en la actualidad está en aumento.
Es más frecuente en varones y en edades superiores a los 50 años, debido a los malos hábitos higiénico-dietéticos junto con factores predisponentes que, con el tiempo, terminan dando lugar a la aparición de la gota.
Debido a la evolución, los humanos y los primates superiores hemos perdido la capacidad de transformar el ácido úrico en alantoína gracias a la pérdida de la función de la enzima uricasa.
De modo que nuestro último paso es la formación de ácido úrico por la xantina oxidasa. Existe una serie de teorías que intentan justificar por qué se perdió esta capacidad de transformar el ácido úrico en alantoína.
Entre las posibles explicaciones de la pérdida de esta capacidad de transformación del ácido úrico destacan algunas explicaciones:
Estas teorías pueden justificar la producción de ácido úrico como metabolito último en los humanos. Aún sabiendo que no se han podido demostrar fehacientemente, podemos inferir que la producción de ácido úrico por parte de nuestro organismo no es mala, solo sus excesos son negativos. Y en la mayoría de ocasiones, estos están asociados a la existencia de alteraciones orgánicas o funcionales que predisponen a su incremento y a la aparición de gota.
Los mecanismos implicados en la hiperuricemia se pueden dividir en dos:
Cuando las grandes concentraciones de purinas en plasma facilitan la aparición de la gota (supone el 10% de los casos). Es fácil encontrar estos ataques de gota en neoplasias hematológicas o en tumores sólidos debido al importante recambio celular.
Puede alcanzar el 90% de los casos de ataques de gota e hiperuricemia. En la mayoría de las ocasiones, se trata de manifestaciones secundarias a patologías renales. El consumo de fármacos junto con la insuficiencia renal son los más frecuentes.
La dieta, también, puede estar implicada y suele estar asociada a alteraciones como las nombradas con anterioridad. Normalmente, en un paciente sano con una dieta rica en purinas, la probabilidad de padecer gota es escasa. En cambio, existe un perfil que sí está asociado a la dieta y los ataques de gota (en la mayoría suelen subyacer otras patologías y el consumo de fármacos, el 40% de pacientes que sufren de gota están medicados con diuréticos). Estos individuos son: varones, obesos o en sobrepeso, beben alcohol con asiduidad y comen en exceso.
La prevención y la toma de medidas coadyuvantes para tratar la gota siempre son importantes. Con la dieta para la hiperuricemia vamos a reducir los niveles de ácido úrico en sangre, sobre todo en aquellas personas con antecedentes personales o familiares de gota o con hiperuricemia.
Una alimentación equilibrada, diseñada por personas cualificadas, debe ser escasa en purinas.
Como se indica en la tabla, las proteínas de los productos lácteos, así como las proteínas de la soja (ejemplo consumo de tofu) no afectan a la producción de ácido úrico, incluso es posible que la disminuyan.
Es importante saber cuáles son los alimentos que contienen una mayor cantidad de purinas para reducir su consumo, sobre todo en el caso de pacientes con hiperuricemia crónica.
Se ha demostrado que con dietas que presenten una restricción de purinas se pueden reducir los niveles de ácido úrico entre 1-2 mg/dl.
A continuación, podemos revisar un listado donde se hace mención de los alimentos clasificados según su concentración en purinas.
Las recomendaciones actuales sugieren una reducción del consumo de purinas por debajo de los 1000 mg/día. En los casos de gota grave o muy avanzada las dosis serán incluso inferiores a 100 mg.
A través de una dieta equilibrada, ejercicio físico y una buena hidratación se puede prevenir la aparición de la hiperuricemia y, en el caso de querer tomar medidas más estrictas, se deberá contactar con un profesional de la alimentación cualificado, para valorar al individuo de forma integral y planificar un tratamiento individualizado.
Fundación René Quinton