22 Mar
22Mar

Seguramente en alguna ocasión ha percibido un olor rancio en los ancianos. También es muy común en los asilos, en los señores de edad que deambulan en las calles, pero también los que están bien cuidados en casa. Antes que nada no se trata de falta de aseo en los adultos mayores u otros fluidos como el sudor, orines o saliva, tampoco por alguna enfermedad e incluso las telas que escogen para su ropa, como muchos creen.

Incluso sentimos que el hedor se adhiere a los sillones, almohadas, ropa de cama y respaldos de la silla, como una huella invisible de que ahí estuvo un abuelito o abuelita. Ese mal olor de verdad existe, y lo vamos a padecer TODOS sin excepción.

Las personas de edad tienen un olor particular que, aunque se manifiesta más especialmente a partir de los 60 años, no les es exclusivo: Todos empezamos a desarrollarlo de forma gradual a partir de los 30. Es real y se identifica como malo, pero no tiene nada que ver con el sudor u otros fluidos corporales ni tampoco por falta de higiene.

Lo causa el 2-nonenal, una molécula que se genera en la piel al oxidarse de forma natural los ácidos grasos de la barrera lipídica. El 2-nonenal (puro) huele realmente mal. Tanto que cuando se abre una cápsula con esa molécula en un laboratorio, todo apesta. Es fácil de reconocer.

Que haya unas cuantas moléculas rancias diseminadas por toda la piel no es grave. El problema surge entre los 30 a 40 años, cuando se convierten en legión. Los cambios hormonales de la madurez traen como consecuencia un aumento en la producción de lípidos en la superficie de la piel. Paralelamente, se va reduciendo nuestra capacidad antioxidante natural. El resultado es que aumenta exponencialmente esa peroxidación, se genera más 2-nonenal y el cuerpo huele cada vez peor. Es ese olor que se nota en los asilos, por muy limpios que estén.

Y no se va por más que exageremos con la higiene: Los lípidos no son solubles en agua. De ahí que el mal olor relacionado con los ácidos grasos sea tan complicado de eliminar. En esto se diferencia del sudor, que no es sino un caldo acuoso de sustancias y bacterias con ganas de descomponerlas; con un poco de agua y jabón se eliminan sin problemas. Para atajar el 2-nonenal habría que neutralizarlo, y ya hay varios laboratorios trabajando en la solución.

Científicos han comprobado que en efecto las personas mayores tienen un olor propio y distintivo, muy reconocible. Se han ensayado algunas explicaciones, por ejemplo una que vincula el hecho a un aspecto de la evolución humana destinado a distinguir la edad mediante el sentido del olfato, de manera similar a cómo otros animales utilizan su olfato para elegir parejas de aspecto más joven y viril para aparearse. Los japoneses llamaron a esa esencia corporal ‘kareishu’. Los cambios hormonales de la madurez propician el brote de esta molécula. El cuerpo va perdiendo la capacidad antioxidante natural y el resultado de ello es la peroxidación, en la que se genera más 2-nonenal, con lo que el cuerpo huele cada vez peor.

Una empresa Prima-Derm acaba de lanzar una fragancia corporal unisex, Inner, con activos como el Sirtalice y el Seadermium, procedentes de sendos microorganismos localizados por el CSIC a 3.400 metros de profundidad cerca de Isla Reunión. Esas moléculas encapsulan a las otras moléculas que producen el mal olor. De esta manera lo desactivan. Y no es la única opción. La compañía japonesa Mirai Clinical se encomienda a las propiedades antioxidantes del extracto de caqui para fabricar jabones y desodorantes que le planten cara al temible 2-nonenal.

Otro punto muy importante es que a medida que avanzamos de edad, vamos perdiendo el olfato. A los 70 años somos inmunes al olor. Las fibras olfativas y algunas neuronas que se encargan de procesar las fragancias mueren poco a poco.

El general el cuerpo se va deteriorando, solo nos queda ser comprensivos con los abuelitos y abuelitas, puesto que si exceden de colonia sin percibirlo no es su culpa, su sentido del olfato irá cada vez decayendo.

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