Existen algunas personas con graves problemas emocionales que se embarcan en la aventura de salvar a los demás, a personas, animales o cualquier otro objetivo que implique “salvar el mundo” y desatender precisamente sus propias necesidades vitales. ¿Por qué lo hacen? Porque para poder ocuparse de uno mismo es necesario mirar hacia adentro, y eso asusta mucho a muchas personas.
Unos cubren ese vacío destruyendo a otras personas y otros lo hacen “salvándolas”. Tanto lo uno como lo otro es peligroso. La falsa bondad puede llegar, en algún caso extremo, a ser tan destructiva como la maldad obvia.
Hay un bello poema del Tao Te King que dice:
“El mundo es sagrado No puede mejorarse Si lo manoseas, lo arruinas”
¿Qué quiere decir este poema del Tao? Algunas veces, los seres humanos somos increíblemente arrogantes y manipuladores. Cuando hacemos lo que hacemos con la finalidad de ayudar a los demás o al mundo, olvidamos que lo hacemos bajo nuestro prisma particular y, casi siempre, en nombre de un ego descomunal.
¿Cuántas personas han muerto en nombre de Dios, del bien y de la verdad? Tantas como interpretaciones del bien, de Dios y de la verdad han existido.
A veces, es necesario recordar que no somos imprescindibles; que cuando el mundo o la vida quieran, el ser humano desaparecerá y, por mucho que nos cueste asumirlo, el universo seguirá funcionando sin nosotros y nosotras.
Cuando pretendemos “ayudar” a alguien, olvidamos que lo hacemos bajo nuestra percepción de las cosas y que quizás estemos impidiendo que esa persona evolucione y aprenda por sí misma.
¿Quiere decir esto que no se puede ser una buena persona? ¿Que no se puede ayudar a los demás o contribuir al mundo? Claro que no, en absoluto. La diferencia radica en la intención, en el “por qué” hacemos lo que hacemos.
No es lo mismo hacer algo porque nos nace de dentro, porque nos produce satisfacción y porque nos hace felices, que hacerlo porque “queremos ayudar”. Si simplemente siendo como eres y haciendo lo que te nace del alma sientes que ayudas a alguien o contribuyes al mundo, perfecto. Si no lo sientes, también perfecto… la vida sabe más que nosotros y nosotras y seguramente lo que te nace del corazón tiene un propósito, aunque no sepas distinguirlo.
Si sientes un profundo amor por la naturaleza, perfecto, respétala, pero no esperes que los demás lo hagan ni termines siendo infeliz porque las cosas no son como tú quieres. Las personas necesitan su ritmo, su tiempo y su proceso de aprendizaje (y eso depende de ellos).
Sé coherente con lo que sientes, predica con el ejemplo y no pretendas ayudar a nadie. Tú eres tu única responsabilidad. Los demás se tienen a sí y es su derecho y su deber ser responsables de sí mismos.
Piensa una cosa. El mundo nos hace de una manera determinada por algo. Dentro de ti está la semilla para desarrollar lo que sea que hayas venido a hacer aquí. Si lo que te nace es hacer ciertas cosas, hazlas, porque así lo quiere la vida.
Esta es la única manera de ofrecer auténtica bondad al mundo. Porque cuando hacemos las cosas porque creemos que es lo que debemos hacer, lo único que pretendemos es crear un mundo a nuestra medida, y ahí lo arruinamos.
Por favor, deja la moral y la ética que has aprendido, de forma más o menos manipulada, a un lado porque puede ser muy dañino. Si quieres ser cordial, sé cordial, pero no porque debas serlo, sino porque te nace. Pero si lo que te nace es ser antisocial, sé antisocial, porque quizá el mundo te necesita así para aprovechar tu tiempo en algo que te resulte más fácil y de paso sea más fructífero para los demás.
Justo cuando no pretendemos ser buenos, lo somos. La Madre Teresa o Luther King hicieron lo que hicieron porque les hacía felices y, de paso y sin querer, ayudaron a otros. También personas antisociales y muy desconsideradas ofrecieron grandes obras a la humanidad. ¿Cómo te crees que se inventó la luz o cómo crees que Einstein pudo dedicar tiempo a las matemáticas? Pues encerrándose en sí y siendo bastante desconsiderado. ¿Comprendes? Deja que la vida haga el bien como ella considere.
Cuando ofreces tu tiempo a los demás privándote a ti de tu felicidad; cuando te preocupas por los demás despreocupándote de tus propios problemas, lo único que consigues es generar rabia y resentimiento y, de paso, impides que los otros evolucionen.
Hay personas enfermizamente dedicadas a salvar perros que no tienen ningún problema en despreciar a otros seres humanos o pisar hormigas y matar cucarachas… ¿Qué sentido tiene eso?
Hay personas que consumen todo tipo de productos que enriquecen a las multinacionales que empobrecen África, y luego envían 20 euros de donativo a a un africano “adoptado”… ¿Qué sentido tiene eso?
A una tribu africana no se la ayuda enviando 20 euros al mes. Mucho mejor que hacer (enviarles 20 euros) sería dejar de hacer (dejar de robarles su materia prima, dejar de poner gobernantes al servicio occidental y dejar de llenarles de basura electrónica, por ejemplo).
Por favor, dejemos de pretender ser “buenas personas” y de “querer” ayudar a los demás.
Vive y deja vivir; ayúdate tú y deja que los demás crezcan. Haz solo aquello que te haga feliz y hazlo solo por eso, sin esperar nada a cambio. Recordemos que somos un eslabón en la gran cadena del universo; un eslabón sagrado y hermoso, pero un eslabón.