Antes de meternos de lleno en el asunto, deja que te expliquemos por qué es tan importante que leas este artículo:
Es muy fácil sentir cierto rechazo a escuchar ciertos argumentos. Si alguna vez te encuentras con alguien que te dice que prácticamente todo lo que compras en un supermercado convencional es pura basura, seguramente tu primer pensamiento será: “vaya con estos ecologistas radicales”. A nosotros nos pasó lo mismo. Las primeras personas que aparecieron en nuestra vida sugiriendo tales ideas nos parecieron un poco fanáticas y extremistas. Lo malo (o maravilloso) es que luego nos pusimos a investigar y corroborar dicha información.
Somos personas normales y corrientes, profesionales, preparados, responsables de nuestras vidas, padre, madre y compañeros. No somos extremistas ni fanáticos de nada. De hecho, procuramos (no solo en esta página sino en nuestra vida en general) contrastar la información y echar mano del sentido común, como cualquier persona.
Por supuesto podemos equivocarnos porque somos seres humanos, pero sinceramente, después de escuchar y leer informes de profesionales de la ciencia independientes hablando sobre la aberración de nuestras industrializadas dietas, el sentido común nos dice…. ¡Qué horror! ¿De verdad vivimos tan engañados?
Todos nos sentimos seguros consumiendo aditivos y productos procesados porque todo el mundo lo hace. ¿Y por qué todo el mundo lo hace? Porque existen profesionales de marketing extremadamente cualificados que hacen muy bien su trabajo. Si un anuncio dice “0% grasas”, “en un instante”, “light” o “bueno para tu piel”, ahí estamos, comprándolo sin cuestionar si eso es cierto o cuál es precio en salud que voy a pagar a cambio de las o grasas o de la rapidez con que podré cocinar hoy para no perder un segundo de mi estresante vida.
Echemos mano del sentido común. Si te tomas las molestias de averiguar cómo funciona el mercado internacional, descubrirás rápidamente (no hace falta invertir mucho tiempo) que prácticamente todas las firmas que consumes con regularidad pertenecen, a través de micro y macro fusiones, a las mismas multinacionales. En todos los sectores, existen varias empresas que son propietarias de prácticamente todo lo que consumes. Al mismo tiempo, también descubrirás que las mismas personas que dirigen esas multinacionales, ocupan o han ocupado cargos de responsabilidad en los organismos que regulan las leyes sobre la seguridad de dichos productos (lo que se llama “puerta giratoria” y que consiste en tener la posibilidad de favorecer a dichas empresas mientras se ocupan cargos de responsabilidad en política a cambio de un puesto y un salario de altura en el futuro). ¿No deberían de ser grupos científicos independientes quienes decidieran y valoraran la seguridad de los alimentos? ¿Qué te dice el sentido común sobre esto?
Los aditivos alimentarios se usan para todo tipo de cosas que, en último término, tienen una misma finalidad: QUE COMPRES MÁS y que el fabricante GASTE MENOS.
Colorantes, conservantes, antioxidantes, emulsionantes, potenciadores del sabor, edulcorantes sintéticos… todos ellos sirven para aumentar el consumo aportando “necesidades innecesarias” y para reducir los costes de fabricación. Pero la productiva ciencia del marketing no te lo dice directamente, sino que te convence, a través de anuncios llenos de personas atractivas e irreales, de que necesitas ese producto porque es bueno para ti y te va a facilitar la vida:
Imagina que, en lugar de venderte las supuestas ventajas del producto, encontraras en los supermercados letreros llamativos con frases como estas:
“Sí..., este producto no lleva azúcar, pero con el paso de los años, las sustancias químicas que lo sustituyen te causarán esclerosis múltiple“
“Sí..., consumiendo este producto ahorraras mucho tiempo que luego tendrás que invertir en tratamientos médicos porque tus hijos desarrollarán hiperactividad“
“Efectivamente, esta mortadela tiene un sabor excepcional y un aspecto apetitoso, pero te causará cáncer“
Suena a chiste, ¿no? Pues las opiniones e informes presentados por especialistas independientes no tienen nada de gracioso. ¿Sabes en qué se escudan las grandes multinacionales? En el hecho de que es muy complicado demostrar que una pequeña dosis de aquí y una pequeña dosis de allá cause graves enfermedades. Es extremadamente difícil demostrar que un solo ingrediente cause una enfermedad determinada (aunque ha ocurrido muchas veces en la historia con productos que, de repente, se han tenido que retirar del mercado a pesar de que los “estudios” presentados en su momento no demostraban malignidad alguna. Pero… ¿Qué ocurre cuando introducimos en el cuerpo un poquito de miles de aditivos cada día, no solo con la comida, sino con los productos de limpieza, la cosmética industrial o todos los tóxicos que hay en el hogar?
Las pruebas y procesos burocráticos necesarios para que un producto salga a la venta se realizan, normalmente, con animales y durante períodos de tiempo muy cortos. Por lo tanto, nadie sabe qué impacto tendrán en la salud de los humanos a largo plazo. Aunque cada vez son más las voces expertas que, con valentía, se atreven a denunciar sus sospechas en voz alta.
Nicolás Olea, Catedrático de la Facultad de Medicina en Granada y Coordinador de Investigación del Hospital Clínico de Granada, involucrado en numerosas investigaciones a nivel internacional, lleva años realizando estudios sobre el impacto de estas sustancias en los cánceres femeninos. Asegura, cargado de argumentos, que los tóxicos provenientes de la agricultura y la “comida basura” se transmiten de madres a hijos a través de la placenta y la leche materna, de modo que, cuantos más hijos tiene una mujer, menos probabilidades tiene de desarrollar un cáncer porque ha pasado gran parte de esos tóxicos a sus hijos. Por no hablar de los resultados de sus estudios sobre la cantidad de sustancias químicas y metales pesados con los que nacen los bebés (incluso sustancias prohibidas desde los años 50 que se han traspasado hasta los bebés actuales de generación en generación).
Pero no es el único. Grupos de científicos independientes, periodistas de gran prestigio y otros colectivos profesionales desvinculados de los intereses comerciales, relacionan el consumo diario de todo tipo de aditivos con enfermedades como esclerosis múltiple, obesidad, diabetes, autismo, hiperactividad, alergias, colesterol, enfermedades del corazón, fallos del sistema inmunológico, enfermedades degenerativas, Alzheimer, y un larguísimo etcétera que incluye el cáncer, por supuesto.
Muy fácil. Solo tendrás que buscar la etiqueta en el lugar más recóndito e inaccesible del producto que estés comprando, ponerte unas gafas de aumento para poder entender la letra minúscula e ilegible y estudiar ciencias químicas para detectar las innumerables e incomprensibles nomenclaturas con que las empresas fabricantes informan al consumidor sobre estas “delicias sintéticas”. Luego, solo será necesario realizar mil llamadas de teléfono o peregrinar de oficina en oficina, hasta que des con un alma caritativa responsable de la empresa que tenga a bien informarte sobre las sustancias que entran “de rebote” en los procesos de fabricación y que no es necesario especificar en la etiqueta.
Aunque, si esto te parece un poco complicado, hay una alternativa mucho más sencilla…. aprender a comprar ecológico. Es cierto que la mayoría de la población sigue siendo reacia a comprar comida ecológica por dos argumentos fácilmente rebatibles:
Sí, esta afirmación es cierta, pero sesgada. Si observamos de manera individual cada producto, es cierto que es más caro que los productos industriales. En primer lugar porque la fabricación artesanal requiere mayores costes y, en segundo, porque las empresas ecológicas suelen manifestar una conciencia más ética en todos los sentidos respetando el Medio Ambiente y los costes de trabajo en la cadena de fabricación. Por otra parte, cuando vamos al súper de turno, solemos gastar un montón de dinero en comida basura absolutamente innecesaria. Es decir, cuesta mucho menos dinero elaborar una salsa que comprarla, etc. Por lo tanto, con una mínima implicación y un poco de sentido común, podemos realizar compras mucho más económicas con menos productos que cubran las mismas necesidades. Nuestra experiencia es que, al mes, se gasta bastante menos dinero.
De nuevo una visión cierta pero solo en parte. Por supuesto, es mucho más fácil encontrar comida basura que comida ecológica. Los supermercados convencionales están por todas partes. Pero que los supermercados ecológicos no sean tan visibles ni abundantes no quiere decir que no existan. En todas las ciudades hay cooperativas, mercadillos o tiendas que podrán satisfacer tus necesidades. Solo es necesario llevar a cabo una mínima investigación sobre dónde están y tener un poco de interés a la hora de buscar soluciones creativas. Te aseguramos que no será un proceso incómodo, sino todo lo contrario. Descubrirás que charlar con los agricultores, conocer en las tiendas ecológicas las propiedades medicinales de ciertos nutrientes y comprar productos menos seductores pero más saludables, es bastante más agradable que entrar a un establecimiento gigantesco para comprar productos sofisticados y sintéticos con mucha prisa para que nadie se nos cuele en la fila.
Aunque, si no te acabas de animar por la razón que sea, te aconsejamos que siempre lleves encima esta lista de aditivos seguros y peligrosos para detectarloscuando vayas a la compra.
Como venimos diciendo siempre, no somos científicos ni políticos y, por lo tanto, no tenemos conocimiento certero de que, efectivamente, las sustancias químicas tengan consecuencias tan negativas. Tenemos que fiarnos de lo que dicen o demuestran otros y echar mano después de nuestra opinión y criterio personal. Pero es que, cuanto más investigamos, menos dudas tenemos al respecto.
No estamos sugiriendo, de ninguna manera, que la mejor alternativa sea regresar a la Edad Media, ni mucho menos. La tecnología ha reportado grandes beneficios a la humanidad y, si se utilizara con generosidad en lugar de con desmedido ansia de poder, podríamos conseguir un mundo evolucionado y generoso donde la vida resultara fácil, sencilla y respetuosa para todos los seres humanos y para el planeta. Pero como las cosas no funcionan así, consideramos que, ahora más que nunca, es necesario mantener un espíritu crítico, aplicar una honesta responsabilidad en el consumo y comprometerse activamente para evolucionar en esa dirección.
Si quieres ampliar la información sobre los aditivos alimentarios, ahí van algunos libros que te recomendamos:
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