18 Nov
18Nov

Cuando una persona comienza a verse afectada por dolores de origen desconocido y sin causa aparente en manos, pies, rodillas, espaldas o cualquier otra parte del cuerpo, lo primero que piensa es que será de algún golpe o de una mala postura durante el sueño. Y, normalmente, echa mano de cualquier analgésico que, al poco, hace su efecto y le alivia las molestias. Al día siguiente se encuentra que el dolor persiste y vueltas a las pastillitas. Pero, cuando los días se van sucediendo y el dolor, no solo sigue apareciendo a todas horas sino que, además, se va acentuando y persistiendo cada vez más sin que se logre controlarlo con las ya varias pastillas ingeridas, es cuando se determina que tiene que haber algo raro... y que tiene que ir al médico.

Esto, que hasta no hace muchos años hubiera significado las molestias y desazón de varias visitas al doctor hasta dar con lo que tiene, hoy en día se suele resolver sobre la marcha. Actualmente, los médicos de familia -médico de cabecera, generalista, clínico o de atención primaria- están bastante conocedores del repertorio de patologías que puede afectar a cualquier paciente y, con el solo relato de los síntomas, unas pocas preguntas y ligera exploración, dictaminar la posible existencia de una patología de tipo reumático. En consecuencia, ordenará pruebas de laboratorio e imagen para confirmarla antes de derivarlo al reumatólogo. Y será este especialista el que, tras una exploración exhaustiva, pruebas de laboratorio más completas y específicas y diversas placas de RX, emita un diagnóstico de certeza y prescriba un tratamiento farmacológico. La mayoría de estos especialistas, profesionales con excelente preparación y, por lo general, altamente preocupados por facilitarles el mayor bienestar posible a sus pacientes, introducirá un pequeño discurso en el que le advertirá de que la Artritis Reumatoide que le afecta (o cualquier otro subtipo reumático) es una enfermedad que no tiene cura porque no se sabe qué la causa, y que el tratamiento que le ha prescrito, aunque no la cure, puede controlarla con relativa pero suficiente efectividad.

LOS MEDICAMENTOS

Y de esto es de lo que quería hablarles, de los diversos fármacos que suelen componer el tratamiento prescrito por los médicos reumatólogos tras el diagnóstico de una patología reumática. Describirles los más comunes, sus nombres, importancia, propiedades terapéuticas y posibles efectos adversos. Servirá para dilucidar las dudas o desconocimiento que me señalan muchos pacientes en sus consultas.

Lo primero que he de decir es que, en general, y como primera recomendación, todos los fármacos deben ser aceptados y administrados en las formas, dosis y tiempos prescritos. Y que, exceptuando a pacientes con alergias o intolerancia (que debe ser puesto de inmediato en conocimiento del facultativo), el porcentaje de beneficio es siempre muy superior a los posibles daños o efectos adversos. Y deben ser aceptados porque, aunque ninguno de ellos tiene propiedades para curarle su enfermedad, unos servirán para frenar en parte su actividad y otros para disminuir y hacer más llevaderos los habituales dolores.

Metotrexato, agentes biológicos y otros FARMEs.

El fármaco de elección para el abordaje de la Artritis Reumatoide suele ser el Metotrexato, un FARME (Fármaco Antirreumático Modificador de la Enfermedad), con capacidad antiproliferativa e inmunosupresora al inhibir la síntesis del ácido fólico y sus mecanismos. Suele ir acompañado de suplementos de Ácido Fólico (tomados un día después) para minimizar los posibles efectos secundarios del MTX. En la actualidad, cada vez es más frecuente su uso conjunto con nuevos agentes biológicos como Adalimumab, Infliximab, Etanercept u otros anticuerpos monoclonales anti TNF (inhibidores del Factor de necrosis tumoral), que parecen ofrecer significativas mejorías en la reducción y control de la sintomatología. De no ser con biológicos (estas nuevas moléculas son aún bastante caras), puede ir acompañado de otros FARMEs como la Leflunomida, la Hidroxicloroquina o la Sulfasalazina, y en algunos casos (cada vez más en desuso) inmunosupresores como la Azatioprina o la Ciclosporina.

AINEs (antirreumáticos no esteroides).

Los AINEs muestran buena capacidad analgésica y reducen los síntomas de la enfermedad, pero no tienen ningún efecto sobre su evolución ni evitan la progresión radiográfica. Los más usados -inhibidores no selectivos- son Piroxicam, Indometacina, Diclofenaco, Naproxeno, Ibuprofeno, etc. Su uso muy continuado hace necesario la toma de inhibidores de la bomba de protones (Omeprazol) para proteger el estómago. Los de nueva generación, inhibidores selectivos de la COX-2, como Celecoxib y Etoricoxib, son igual de eficaces con la ventaja de que tienen un perfil de seguridad gastrointestinal superior. Algunos autores cuestionan la seguridad cardiovascular de ambos tipos, por lo que se recomienda minimizar su uso en lo posible.

Corticoides.

Los corticoides son un tipo de hormonas del grupo de los esteroides producidas por la corteza suprarrenal, glándulas que se sitúan en la parte superior de cada riñón. Estas hormonas cumplen un papel fundamental en la regulación de distintas funciones del organismo, especialmente en el metabolismo de los carbohidratos, las proteínas y los lípidos, y, entre otros, sobre el equilibrio de electrolitos y agua y sobre algunas funciones del aparato cardiovascular, riñón, músculo esquelético y sistema nervioso. Entre los corticoides más conocidos están la Hidrocortisona, Betametasona, Prednisona, Deflazacort, etc. Aunque realmente no se conocen todos los mecanismos de acción, se sabe que las sustancias corticoideas endógenas operan fisiológicamente en el cuerpo humano controlando situaciones de estrés orgánico, atenuando las respuestas del tejido a los procesos inflamatorios y revirtiendo los síntomas de la inflamación, pero sin tratar la causa subyacente. Actúan inhibiendo la acumulación de células inflamatorias -incluso macrófagos y leucocitos- en las zonas de inflamación. También inhiben la fagocitosis, la liberación de enzimas lisosómicas y la síntesis y liberación de diversos mediadores químicos de la inflamación. Estas acciones, muchas veces espectaculares, suelen quedar de manifiesto al cabo de unas pocas horas. Entre sus efectos adversos podemos señalar la retención hídrica, osteoporosis y alta depresión del sistema inmune. Su uso debe ser siempre temporal.

Hay muchos reumatólogos que, además del tratamiento de fondo -con Metotrexato y/o otros FARMEs-, en previsión de posibles daños articulares, prescriben unas pautas de corticoides durante un cierto tiempo. Pero otros no lo hacen, dejando a las acciones de los fármacos del tratamiento de fondo unas funciones que no podrán cumplir, ya que en su mayoría dejan sentir sus efectos modificadores en plazos que pueden ser de varios meses. La terapia combinada con MTX y un agente biológico (IFX, ETA, ADA, ABAT), podría inducir una respuesta más rápida, pero, por la aún escasa introducción de los anti-TNF en los tratamientos (debido a incompatibilidad en algunos pacientes, incompleto conocimiento de sus efectos secundarios y su alto precio), es posible que, por el momento, debamos continuar con los clásicos y, entre ellos, incluir en pautas temporales los referidos corticoides.

CONCLUSIÓN

No cabe dudas de que es muy de agradecer que la Medicina oficial ponga a tu disposición profesionales con una alta preparación y todo cuanto dispone en su arsenal farmacológico. Pero... Obviamente, si el tratamiento no reporta una completa curación, por muy bueno que sea es insuficiente, incompleto. Tendría que explicarles a continuación los motivos de ese "pero" (que es exactamente lo mismo que ustedes se preguntan), o sea, que por qué la Medicina oficial no acepta completar el buen servicio que presta a sus pacientes con el único tratamiento que puede llevarlos a una completa remisión, que no es otro que la alimentación, cuando está más que demostrado que es el factor medioambiental (complementando el factor genético) la causa y origen de la mayoría de enfermedades reumatológicas, neurológicas y demás autoinmunes que se dan en la actualidad.

Nosotros podemos decirle con exactitud qué le está generando sus dolencias y tratarlo de forma natural con un Régimen Ancestral que tiene probados resultados curativos. ¡Pregunte por el!

Y ya lo saben: Es muy conveniente aceptar los tratamientos prescritos y seguirlos correctamente en todas sus pautas. No hay ningún motivo para tener miedo. Cuando vayan de nuevo por la consulta, tras llevar suficiente tiempo con el Régimen Ancestral, su reumatólogo le irá rebajando las dosis o eliminando lo que considere hasta que, a la vista que no hay signos clínicos y en las analíticas todo es normal, le diga con amplia sonrisa:

"No necesita seguir el tratamiento... Está usted curado..."

Sonríale también y dele las gracias.

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