Los traumas, denominados heridas emocionales en la niñez, pasan a formar parte de nuestras células, esto se puede comparar con lo que sucede cuando maltratamos una planta en el momento de su germinación, las secuelas de ese maltrato permanecen en la planta, en su tallo, sus flores, sus hojas y durante toda su ciclo de vida.
Como padres debemos tomar conciencia de esta realidad y ser conscientes de nuestras acciones hacia los niños en nuestra vida familiar, recuerde que ellos saben cómo escuchar las cosas y muchas veces pueden dar por sentado algo que no es.
Los hijos no vienen con un manual, es una dedicación diaria en el que creamos nuestro estilo de actuación parental, y en por el camino desarrollamos habilidades para superar cada uno de los obstáculos que nos encontramos.
Nunca habrá un padre perfecto pero puedes tratar de ser el mejor padre que puedas ser, poniendo en ejecución tus habilidades de observación, mejoramiento y cambio.
Aquí se incluyen algunos consejos útiles a tener en cuenta cuando tomamos ciertas decisiones:
Esta herida emocional del pasado, tiene su origen cuando la madre, o el cuidador de un niño, no puede, o no quiere, responder como figura protectora frente a los miedos que el pequeño experimenta.
Algunos pequeños dejados a cargo de terceros o dejados solos por largos periodos, o simplemente hijos de madres o padres que, por motivos personales, no responden adecuadamente a las exigencias de compañía y atención que los niños requieren.
Las personas que han vivido experiencias de abandono en su infancia suelen ser inseguras y tienen una alteración emocional, basada en un miedo profundo de que les vuelvan a abandonar.
Culturalmente, se nos ha enseñado que un buen azote a los niños es una conducta aceptable, sin embargo, hay muchas investigaciones que nos hablan de lo contrario.
Golpear a los niños para resolver los conflictos es un método que no funciona adecuadamente, y es una resolución de conflictos familiares por la vía de la “Ley del más fuerte”.
Estas secuelas y heridas emocionales de la infancia, muchas veces son llevadas a la edad adulta y existe la posibilidad de que acaben siendo esposas y esposos maltratadores.
Existen padres que rechazan sus hijos por varios motivos; llegó en un momento inadecuado, es producto de un descuido, es exactamente igual a su papá, etc.
El rechazo constante hacia nuestro hijo genera un proceso de auto rechazo. La estabilidad emocional del pasado repercutirá en su etapa de adulto, generando la sensación de que nunca, hagan lo que hagan que podrán ser “suficiente” en la vida, en el trabajo, en los estudios e incluso en el amor, estos individuos preferirán permanecer solos y aislados.
Desde muy temprana edad, los niños tienen la capacidad de evaluar si las personas con las que conviven reciben un trato igualitario, y para los que tienen varios niños, esto es un asunto de suma importancia.
Al vivir en un ambiente que ha sido totalmente injusto, esto terminó por deteriorar su “yo”, transmitiéndoles la idea de que no son merecedores de la atención de los demás.
Un adulto que ha tenido sufrido de esta situación en su niñez, puede convertirse en una persona insegura o, al contrario, en alguien demasiado critico que tiene una visión pesimista de la vida. Esta persona puede llegar a tener problemas para confiar en los demás y establecer relaciones, pues inconscientemente piensa que todos lo tratan mal.
A veces los padres usan la técnica de prometedor, pero cuidado, si no cumplimos las promesas, esto puede crear inseguridades y falta de confianza. Más vale un ya lo haremos cuando se pueda, que prometer algo que no sabemos si podremos cumplir.
Hoy más que nunca se ve este fenómeno, cada día son más los niños que crecen en ambientes humillantes, el acoso escolar o "bullying" es uno de ellos, los niños que constantemente se encuentran en situaciones humillantes, con burlas y descalificación, tanto en la escuela como en el hogar.
Estos niños crecen con una gran tendencia a las emociones negativas y a tener una autoestima baja. Seguramente todos recordaremos alguna situación humillante en la infancia, solo hace falta recordarlo para comprender lo grave que puede ser este trauma emocional de la infancia y cómo puede terminar siendo una carga que llevaremos en la vida adulta.
Muchos padres alentamos a nuestros niños a perder el miedo a la oscuridad o a los lugares desconocidos, o subestimamos sus miedos diciendo que no sean cobardes, el miedo al agua, etc.
Los niños requieren un poco de paciencia, y la inmersión agresiva en ambientes desconocidos solo genera individuos inseguros, con miedo al cambio.
Solo queda decir… Y como dice Gardel en su famoso tango: "Vivir, con el alma aferrada, un dulce recuerdo, que lloro otra vez…" Las memorias de la infancia pueden marcar el resto de nuestras vidas, atentos queridos padres, y ¡mucho ánimo!
Evolución Consciente