31 Jan
31Jan

Un vaso de agua con cubitos de hielo y una rodaja de limón es una de esas imágenes que casi nos quita la sed nada más verla. Si te ocurre eso, ya te lo puedes ir quitando de la cabeza, porque todo apunta a que beber el agua fría, incluso en pleno verano y a muchos grados de temperatura, es de lo más insano.

Sobre todo si la tomas durante o después de la comida. Y no digamos si sufres dolores de cabeza o migrañas, tienes tendencia a estar estreñido o tus digestiones son tirando a pesadas. Tiene su lógica. Nuestro cuerpo tiene una temperatura de unos 37 grados. Cuando tomamos algo frío el organismo se pone a trabajar para compensar la diferencia de temperaturas.

Se produce en nuestro cuerpo una contracción de los vasos sanguíneos y el cuerpo, en lugar de trabajar para extraer los nutrientes de la alimentación que nos proporcionan energía, utiliza esta para regular la temperatura corporal, lo que puede suponer una pérdida de agua.

Si el agua helada se toma después de la comida, tiene otro efecto que es aumentar la mucosidad, que a su vez puede repercutir en una disminución de la función inmunológica, de ahí que sea fácil coger un resfriado o dolor de garganta. Las mucosas nasales se vuelven más espesas y dificultan la respiración, algo poco conveniente sobre todo en personas que sufren alguna dolencia relacionada, porque no hará más que empeorar los síntomas.

Existen ciertas dolencias que se agravan al tomar el agua fría o helados, como por ejemplo las migrañas y dolores de cabeza. Muchos nervios de la espina dorsal sienten la disminución de temperatura y mandan señales al cerebro para que la compense y al hacerlo duele la cabeza. También puede afectar negativamente a quienes sufren acalasia, una enfermedad que dificulta el paso de alimentos por el esófago.

Y, en general, el agua fría hace pesada la digestión. Uno de los motivos es que, dicen, solidifica las grasas que ingerimos, que quedan adheridas a las paredes interiores de los intestinos, lo que, de propina, deriva en estreñimiento.

Ocurre exactamente lo contrario cuando el agua que tomamos durante la comida es tibia o caliente porque permite que las grasas fluyan fácilmente a través del tracto digestivo. Favorece la digestión porque estimula las enzimas que la hacen posible y los alimentos se desintegran más rápido; también facilita el movimiento de los intestinos, especialmente si se toma un vaso de agua tibia con limón en ayunas.

Además purifica la sangre y mejora el proceso natural de desintoxicación del organismo a través de la piel, los riñones y el sistema linfático. Otra ventaja del agua a temperatura ambiente es que alivia los calambres, ya sean debidos a la menstruación o a algún problema digestivo. También conviene tomarla así se está haciendo un proceso detoxificante. Eso se debe a que ayuda a sudar y expulsar toxinas.

No digamos lo incómodos que resultan los líquidos fríos cuando se tiene sensibilidad dental.  Por el contrario, puede acelerar el metabolismo, lo que hace sentir mayor energía y excitación. En ciertos momentos es necesario, pero se puede lograr el mismo efecto con alguna infusión estimulante.

El agua tibia relaja, lo que resulta ideal tomarla antes de acostarse. Todo lo contrario que el agua helada, precisamente por su efecto excitante.

Los orientales tienen claros los perjuicios del agua fría, y la tradición manda acompañar la comida con té caliente. Su medicina ancestral considera además que la combinación de alimentos calientes con líquidos fríos provoca un desequilibrio en absoluto conveniente para el organismo.

Cierto que no todo es negativo cuando se trata del agua fría. Lo cierto es que resulta muy refrescante cuando se toma. Solo a corto plazo. O a muy largo, porque sí es recomendable si se hace ejercicio durante un periodo prolongado, porque permite al cuerpo mantener su temperatura y no sobre calentarse.

Existe la creencia, no del todo verdadera aunque tiene cierta lógica, de que el agua fría adelgaza. En cierto modo, porque al obligar al sistema digestivo a trabajar más para compensar la bajada de temperatura quema más calorías. Pero es bastante inapreciable y el efecto positivo queda anulado por la cuestión de la solidificación de las grasas que comentábamos anteriormente.

Lo que parece más evidente según quienes lo han estudiado es que existe una cierta correlación entre la obesidad y la falta de hidratación y que cuesta más perder peso cuando se hace dieta si no se bebe el agua suficiente.

Otro beneficio del agua caliente o tibia es que quita más la sensación de sed. Aunque, por otro lado, esto puede representar un cierto riesgo cuando se suda mucho, un mecanismo que el organismo pone en marcha para enfriarse. Al no tener sed se puede beber menos de lo conveniente. Así que en esos casos quizás sea buena idea tomar agua algo más fresca.

En todo caso, lo imprescindible es beber mucha agua. Según los expertos, a partir de los 19 años de edad, los hombres, 3,7 litros diarios y las mujeres, 2,7.

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