Las pieles atópicas o dermatitis atópica forman parte de un fenotipo que se caracteriza con alteraciones de la piel (eczema, piel seca, etc.) y, en algunos casos, asma y otras alteraciones de hipersensibilidad.
Es frecuente que los pacientes con dermatitis atópica tengan antecedentes familiares de alergias, asma y enfermedades reumatológicas, entre otras enfermedades asociadas a alteraciones de la respuesta inmune.
En la actualidad, los especialistas hablan de la constitución atópica, puesto que no solo se ve afectada la piel en estos pacientes.
A los pacientes que padecen dermatitis atópica se les suele denominar constituciones atópicas, puesto que suele asociarse con otras alteraciones de hipersensibilidad.
El eczema o piel atópica es una condición sistémica que puede manifestarse con diversas enfermedades durante el curso de la enfermedad. Se conoce como marcha atópica y los cuadros más frecuentes son la dermatitis atópica, el asma bronquial, conjuntivitis, rinitis…
La atopia es una enfermedad inflamatoria crónica compleja, en la que está implicada tanto la piel (alteraciones de la barrera cutánea), como el microbioma y la forma de respuesta del sistema inmune.
Parece que las alteraciones genéticas en elementos constituyentes del tejido cutáneo, como la que afecta a la Filagrina, alteran la barrera cutánea favoreciendo la interacción de los agentes externos con el sistema inmune. Este último responde con una descarga masiva de mediadores de la inflamación. Además, no solo se ve afectada la inmunidad innata sino también la adquirida.
Todo esto conduce a una alteración de la microbiota cutánea que favorece las infecciones de la piel y el agravamiento de los síntomas.
Entre los signos y síntomas de la dermatitis o pieles atópicas encontramos:
Además, debemos pensar en otras alteraciones de la inmunidad, que pueden afectar a los pacientes con dermatitis atópica. Entre ellas:
Además de los signos más característicos, nos podemos encontrar con otras alteraciones como:
La marcha atópica es la que describe la evolución de la enfermedad respecto a la edad y se puede dividir en tres fases:
En los primeros meses de vida, durante la lactancia, las alteraciones cutáneas afectan al área facial y las zonas de extensión. También aparece en las zonas de roce, predominando la afectación en áreas como las mejillas, el cuello, el pecho, los codos y las rodillas.
Se asocia a sobreinfección bacteriana por las lesiones ocasionadas por el rascado.En un importante número de casos la atopia se resuelve durante la lactancia, por lo que está posiblemente asociada a una madurez de la barrera cutánea y la inmunidad. Este porcentaje puede alcanzar cerca del 50% de los pacientes.
Durante la fase infantil la dermatitis atópica cursa con menor número de brotes.
Las alteraciones de la piel son menos frecuentes en la cara y cuello y se manifiestan en las zonas de pliegues y flexuras como la zona antecubital, hueco poplíteo, muñecas, etc.
Debido a la evolución y la perpetuación de las lesiones se puede producir una liquenificación cutánea.
Igual que sucede durante la fase del lactante, cerca del 50% resuelven el cuadro y el otro 50% sigue evolucionando.
En la fase adulta, las manifestaciones cutáneas son menos visibles.
La mayoría de los afectados tienen signos en las manos, tanto en la palma como en la muñeca, pero con menor clínica.
Existen casos aislados en la edad adulta en los que los brotes son intensos y generalizados, con un mal pronóstico en la resolución de las manifestaciones cutáneas.
El diagnóstico es clínico y se realiza por medio del establecimiento de una serie de criterios tanto mayores como menores, son los denominados criterios de Hanifin y Rajka modificados.
Existe una serie de situaciones que pueden dar lugar a un brote de dermatitis atópica:
El tratamiento de las pieles atópicas se centrará en las medidas higiénico-dietéticas y los fármacos tanto sistémicos como tópicos.
En lo que corresponde al tratamiento farmacológico se emplean:
El tratamiento debe siempre ser supervisado por un especialista debido al empleo de fármacos potencialmente dañinos que requieren de una monitorización más estrecha.
Una solución salina resulta muy efectiva y beneficiosa para las pieles atópicas debido a sus propiedades. El agua de mar aporta muchos beneficios para la piel:
La combinación de todas estas propiedades hace que el agua marina tenga la capacidad de aliviar la piel dañada e irritada y limpiar las mucosas. En este sentido, el agua de mar reduce la inflamación y ayuda a reducir los síntomas de enfermedades de la piel como la dermatitis atópica, la psoriasis o el eczema.
Fundación René Quinton