El síndrome de Ulises es un trastorno en el que confluyen cuatro factores estresantes: la soledad, el sentimiento intenso de fracaso, la lucha por la supervivencia y el miedo.
Comenzaremos por recordar que todo fenómeno social tiene un cambio que llega a impactar en un determinado momento, cada uno de los cambios puede llegar a interferir en la vida de las personas de diferentes maneras por la forzosa necesidad de tener una adaptación necesaria entre un nuevo entorno.
El síndrome del inmigrante o síndrome de Ulises es el que provoca en una persona una angustia crónica, a que se le agrega el estrés y ciertas reacciones disociativas que se adquieren por estar forzados a vivir en un país o lugar que no es el suyo por largos períodos de tiempo. En estos casos hemos tenido buenos resultados con un tratamiento basado en Esencias Florales.
La mayoría de los síntomas característicos de este síndrome están asociados a la depresión y la ansiedad. Así, es frecuente encontrar cuadros de tristeza, llanto, tensión, nerviosismo y pensamientos recurrentes e intrusivos. En los menores es habitual la irritabilidad. También se manifiestan síntomas de tipo psicosomático, como insomnio, cefaleas, fatiga o molestias osteoarticulares debidas al estrés, que suele provocar contracturas.
Asimismo, estos pacientes están desorientados y confusos, y tienden a interpretar lo que les ocurre según su propia cultura, De ahí que sea habitual encontrar a inmigrantes que piensan que sus desgracias provienen del mal de ojo o de la brujería. Desde nuestra consulta intentamos conocer cómo influye su cultura en su salud mental.
El nombre se debe al personaje de la famosa Odisea, en el que Ulises tenia que pasar por largos viajes lejos de su hogar y su familia. En sus viajes era víctima de adversidades y obstáculos que lo afectaban emocionalmente.
La inmigración de una persona puede llegar a ser riesgosa, poniendo su vida en peligro y amenazando su estabilidad emocional, en algunos casos las personas llegarán a límites como enfermedades, racismo, amenazas, xenofobia, delincuencia y en ciertos casos extremos morir en un accidente o asesinados.
Sabemos que los motivos por los que una persona emigra pueden ser diferentes, pero en la mayoría de los casos se está buscando una mejora económica, mejorar la calidad de vida o escapar de una guerra.
La mayoría de las personas tiene algunas de las siguientes manifestaciones:
Tengamos en cuenta que para poder realizar un diagnóstico se deberá enfocar en las condiciones sociales o factores que pueden verse como hostiles para así poder detectar otro tipo de problema.
Debemos aclarar que este síndrome no es, como tal, un trastorno de base pero puede ser el detonante para que se manifieste o desarrollen uno o algunos otros por los que se necesita de un tratamiento o una intervención apropiada.
Este es uno de los síndromes que suma a muchos que por diferentes condiciones sociales varias personas pueden verse afectadas. Cuentan con un tratamiento en el cual se necesita de ayuda psicológica. Es importante tener en cuenta los miedos tanto a la deportación migratoria, a los distintos aspectos de cada sociedad, al ambiente y otros factores personales y sociales que pueden ser los causantes de este síndrome.
No todos los inmigrantes son tan fuertes como para saber afrontar estas adversidades y penurias, y cuando no es así pueden aparecer algunos o todos los síntomas que se engloban en el síndrome de Ulises: ansiedad, depresión, tristeza, temores, irritabilidad, trastornos disociativos y psicosomáticos (cefaleas y dolores abdominales o fatiga intensa) y, en el peor de los casos, trastornos de tipo psicótico.
Una intervención pronta evita que estos males se cronifiquen y deriven en enfermedades mentales graves, en infartos o en suicidios. Los antidepresivos y ansiolíticos son a veces imprescindibles para tratar a estos pacientes, pero los psiquiatras prefieren optar por las terapias psicosociales que ayuden al enfermo a reorganizar su vida relacional y social.
La Terapia Floral es de primera elección en estos casos ante la necesidad de adaptar las terapias a los ritos propios de la cultura del paciente, a través de la ayuda de mediadores culturales.